El agua no grita, no impone, no acelera y, sin embargo, marca la piedra, transforma el paisaje y abre camino, gota a gota.
Texto: Edith Serrano
Foto: Cortesía
El agua no grita, no impone, no acelera y, sin embargo, marca la piedra, transforma el paisaje y abre camino, gota a gota. Así deberíamos aprender a diseñar nuestras ciudades: con paciencia, respeto y consciencia. Reaprender a habitar desde sus ciclos, no contra ellos.
Porque tal vez, el verdadero cambio climático comienza cuando cambiamos nuestra forma de habitar.
Durante años, las estrategias ambientales se han enfocado en reducir las emisiones de carbono, pero el agua también es un regulador climático clave. Hoy vivimos las consecuencias de haber alterado su ciclo natural: ciudades impermeables, ríos canalizados, humedales rellenos y suelos que ya no absorben. El resultado: inundaciones, sequías, pérdida de biodiversidad y un clima fuera de control.
Frente a este panorama, surge un modelo esperanzador: las ciudades esponja.
Inspiradas en la naturaleza, estas ciudades no luchan contra el agua, aprenden a convivir con ella. ¿Cómo? A través de infraestructura verde: calles permeables, techos verdes, jardines de lluvia y humedales restaurados.
Este enfoque no solo reduce riesgos climáticos, también mejora la calidad del aire, embellece el espacio público, fortalece la salud mental y crea ciudades sostenibles, resilientes y más humanas.
El arquitecto paisajista Kongjian Yu lo dice claro:
“El agua recuerda dónde solía ir… y si no la honramos, nos lo recordará.”
Como arquitectos, diseñadores, empresarios y ciudadanos, tenemos la oportunidad de construir ciudades que sanen en lugar de dañar. Este es el corazón del urbanismo regenerativo: no controlar la naturaleza, sino reconciliarnos con ella.
Algunas acciones para empezar pueden ser:
- Evitar la impermeabilización innecesaria.
- Implementar jardines o parques inundables.
- Uso de concreto permeable.
- Restaurar ríos urbanos y zonas de captación.
- Promover políticas públicas que integren el ciclo del agua.
El verdadero lujo no está en lo artificial, sino en vivir en armonía con la tierra que nos sostiene.
¿Estamos diseñando para resistir el agua… o para fluir con ella?