No hay precio alguno en escuchar a una amiga genuinamente segura de confirmar finalmente quién es su persona favorita.
Texto: Dessy Gutiérrez
@dessygm
Nunca entendí la euforia que envolvía a las personas cuando la pareja de una amistad cercana decidía hincarse con una rodilla al suelo, una caja aterciopelada en las manos con un anillo equivalente a varias quincenas, para proponerle aceptar que en un futuro cercano ambos firmen un contrato civil.
Mucho tiempo creí que mi forma de interpretar este suceso me permitía mantenerme objetiva ante los fenómenos sociales, por supuesto mis tías solo decían que mi visión era pesimista. Creo que la gente que percibe el concepto del matrimonio como un intercambio de bienes, una conveniente mezcla de apellidos de familia, una oportunidad económica o una meta por cumplir para que el mundo entero te añada un valor, convierte al hecho de decidir compartir tu vida con alguien que amas a través de un contrato establecido por las instituciones humanas en algo completamente transaccional y efímero.
Con el paso de los años terminé por entender que lo que me molestaba profundamente era que existieran estas figuras legales y rituales del estatus quo para estropear algo tan maravillosamente abstracto como lo son el amor, la intimidad y la complicidad de dos personas.
Las pedidas no me oprimían el pecho, hasta que una de mis mejores amigas se comprometió el mismo día que Taylor Swift anunció que se iba a casar. Traía un nudo raro en la garganta desde que su ahora prometido me contó cómo lo había planeado y pensado todo a detalle.
Las lágrimas ganaron la batalla cuando comprendí que no hay nada más emotivo que ver a una persona que adoras, ser apreciada por alguien que la ama, cuida y escucha tanto como tú. No hay precio alguno en escuchar a una amiga genuinamente segura de confirmar finalmente quién es su persona favorita; sobre todo cuando recuerdas todos esos años en los que la acompañaste en infinidad de borracheras, risas, llantos, frustraciones y mentadas que sucedían cada vez que alguien su cariño, confianza y fe en el amor le destrozaban o traicionaban.
Mucha gente lloró por el mismo motivo con Taylor Swift, una mujer que ha hecho de las experiencias con sus mediocres exnovios canciones exitosas, una artista que escribe sobre el amor en todas sus formas y anhelaba públicamente el afecto y vínculo de pareja que ella deseaba experimentar y creía merecer al punto de no desistir hasta encontrarlo.
No hay garantías, el matrimonio no siempre es definitivo y el “amarse de por vida” es una promesa que seguro se dificulta con los años, pero agradezco poder entender ahora que las pedidas pueden seguir quedándose en la banalidad en muchos casos, y no por ello, existen otros donde nos saldrán lágrimas de gozo porque por un instante, una unión nos confirmará a quienes conocemos sus pasados y presentes como individuos y pareja, que ese amor bellamente complejo y abstracto se puede sentir materializado en un SÍ.




