Del cliché al corazón: el nuevo cine adolescente sin filtros ni etiquetas.
Por: Uriel Martiñón
@cinesapiens_mx
El cine para adolescentes está cambiando de piel. Atrás quedaron los clichés del «chico popular», la animadora y el baile de graduación como clímax narrativo. Hoy, las y los adolescentes buscan verse reflejados en historias más diversas, complejas y emocionalmente honestas. En la era post-Zoomer, marcada por la hiperconectividad, la salud mental y la lucha por la identidad, el cine juvenil empieza a hablar con un nuevo lenguaje.
Películas como Lady Bird (Gerwig, 2017), Aftersun (Wells, 2022), Eighth Grade (Burnham, 2018) o incluso series como Heartstopper y Sex Education han abierto camino a narrativas que no idealizan la adolescencia, sino que la muestran tal como es: confusa, intensa y a veces dolorosa. Ya no se trata solo de amor o rebeldía; ahora se exploran temas como la ansiedad, el abandono, la presión social, el género, la orientación sexual o la búsqueda de sentido.
El cambio también se nota en la representación. Cada vez más personajes escapan del molde normativo y aparecen protagonistas racializados, neurodivergentes o simplemente distintos. Y eso no es casualidad: las nuevas generaciones no quieren identificarse con un estereotipo, sino con personas reales.
La estética también ha cambiado, pero no necesariamente para impresionar. Las películas juveniles actuales parecen haber renunciado al espectáculo visual para apostar por una intimidad casi minimalista. Planos cerrados, silencios prolongados y una dirección contenida reemplazan a las grandes escenas y los montajes brillantes. Para muchos, esta sobriedad conecta mejor con una generación emocionalmente compleja; para otros, es señal de que los Zoomers ya no aprecian lo visual en el cine, sino que prefieren que las imágenes pasen desapercibidas frente a lo emocional. ¿Estamos ante una nueva sensibilidad o simplemente ante una pérdida de asombro?
El cine adolescente de hoy no solo entretiene: acompaña. En tiempos inciertos, estas historias funcionan como refugio, espejo y punto de partida para que cada joven se vea, se piense y se sienta menos solo. Pero también revelan una ausencia: la de los adultos. Muchos padres, atrapados en ritmos de vida acelerados, han dejado en manos de las pantallas la formación emocional de sus hijos. Así, una generación entera crece expuesta a narrativas que no siempre están pensadas para su edad, pero que intentan llenar un vacío. ¿Es el cine un aliado o un sustituto? Tal vez, la verdadera pregunta no es qué están viendo los adolescentes, sino por qué lo ven tan solos.