Que este sea tu recordatorio de que vale la pena dejar de abrazar y contarte esa historia en donde al final las cosas no salen bien para ti. Que este momento te regrese a todas las posibilidades que habitas y las rutas infinitas que puedes recorrer.
Texto: Teresa Almanza
Foto: Cortesía
¿Y si la transición que atraviesas resulta mejor de lo que esperabas?, ¿y si te detienes un poco y ves como todo avanza?, ¿y si no es tan difícil como pensaste?, ¿y si disfrutas hoy sin esperar a que algo más suceda?, ¿y si esta vez fluye?, ¿y si dejas de intentar sostenerlo todo?, ¿y si dejas de intentar hacerlo todo bien y disfrutas cada momento?, ¿y si dejas las prisas y vas un día a la vez, haciendo lo posible con los recursos que ya tienes?, ¿y si lo logras?…
A veces no nos damos cuenta de lo habituados que estamos a resolver, a soltar, a elaborar duelos, a cambiar el rumbo a marcha forzada. No nos damos cuenta de todos los recursos que hemos desarrollado para habitar la incomodidad, el caos y la entropía existencial. A veces, incluso, algo va bien y estamos a la espera de que se rompa, se vaya, nos traicionen o simplemente algo nos termine salpicando de cosas que no se sienten bien.
Que este sea tu recordatorio de que vale la pena dejar de abrazar y contarte esa historia en donde al final las cosas no salen bien para ti. Que este momento te regrese a todas las posibilidades que habitas y las rutas infinitas que puedes recorrer. Que una mala racha, un mal momento o una mala época no ensombrezcan todos tus logros, tus avances y aprendizajes, que nada te ensombrezca el alma.
La entropía, el caos en general, es inevitable: caminemos con él pues, a veces, que la vida no resulte como queremos no significa que no estemos construyendo un lugar seguro, vínculos bonitos, un estar en el mundo confiable y armonioso. A veces solo basta decirnos en voz alta que la felicidad asusta y que está bien tener miedo, que si todo lo que quiero llega, no sé si sabré qué hacer con tanto, con todo y que, además, se quede.
A veces basta decirnos también que pese a lo imprevisto, la vida es buena y está bien tomarla con todos sus colores, encuentros y desencuentros, formas y tiempos. La felicidad asusta y pienso, que con todo y miedo, no vale la pena, vale la vida recibirla y hacerle saber que puede quedarse a vivir contigo.
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