Se avecina un hito histórico para México del cual todos formamos parte, pero no queda muy claro cuántos realmente vayamos a participar.
Por: Dessy Gutiérrez
@dessygm
Se avecina un hito histórico para México del cual todos formamos parte, pero no queda muy claro cuántos realmente vayamos a participar.
La controversial reforma al Poder Judicial causó debate público sobre sus ideales democráticos, riesgos de corrupción y complejidad operativa; sin embargo, ya nada elimina el hecho de que las votaciones y el cambio de puestos clave para la impartición de justicia en el país va a suceder.
El próximo lunes 1 de junio, se realizarán a nivel nacional las votaciones al poder judicial federal para elegir 881 cargos, a través de 6 boletas, donde habremos seleccionado de entre 3422 candidatos/as a 9 ministras/os de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2 magistraturas de la Sala Superior del Tribunal Electoral (TEPJF), 14 magistraturas de las Salas Regionales del TEPJF, 5 magistraturas del Tribunal de Disciplina Judicial, 464 magistraturas de circuito y 386 jueces y juezas de distrito.
A este punto estar de acuerdo en ir o no a votar es lo de menos porque nadie está hablando de las personas que, aunque quieren asumir la responsabilidad ciudadana de hacerlo, ante la compleja cantidad de puestos y aspirantes aunado a la inmensa trascendencia del puesto judicial, están optando por no presentarse al no sentirse capaces de llevar a cabo una votación cautelosamente informada y creo que la participación ciudadana nunca había llegado a un dilema tan grave.
Esta elección reta a la ciudadanía a mantener un nivel de retención, atención e investigación demasiado alto, donde más allá de que no todas las situaciones ni contextos sociales permiten a cualquier persona tomar varias horas para buscar cada una de las trayectorias de los candidato/as y dedicar hasta 30 minutos un domingo para responder boletas que nos recordarán a las pruebas enlace. Me parece peligroso que a través de un proceso democrático lo que se esté logrando es inhibir y hacer cuestionarse a la ciudadanía su criterio y preparación para decidir por su país.
Siendo muy honesta, hasta yo me he preguntado si tengo la capacidad de votar por puestos en instancias judiciales que no termino de entender por completo. Hay quienes harán su acordeón, pero también habrá quienes indudablemente contestarán como cuando te presentas en blanco a un examen. Sin embargo, la realidad es que nunca sabremos si fuimos capaces de participar en algo que parece imposible votar si nunca lo intentamos. Es la primera vez que los juzgadores serán electos por la ciudadanía, y lo único a lo que me puedo aferrar es no dejar que hagan de mi un instrumento de apatía, pero mucho menos para usarme como una tómbola gigante. El poder judicial no debería estar sujeto a una rifa protagonizada por la ciudadanía y si está en mis manos de que por lo menos mis boletas no sean una ruleta rusa, tengan por seguro que esta revoltura democrática no se saldrá con la suya.